http://cultura.elpais.com/cultura/2016/05/28/actualidad/1464428645_133361.html
El título de la muestra del Pabellón
Español, Unfinished, alude a la condición viva de la arquitectura como algo que
se transforma continuamente. Eso hacen las obras expuestas: reordenar –como el
entorno del templo de Diana en Mérida de José María Sánchez-; reinventar –como
la vivienda con estancias móviles de PKMN-; reciclar –como el convento de Santa
María de los Reyes de MGM o la casa dentro de una casa de Josep Ferrando-.
Para que la
arquitectura tenga poder transformador urge rebajar la pretensión y el
presupuesto. Y el colectivo de arquitectos españoles sabe cómo hacerlo. Eso
explica su pabellón de la decimoquinta Bienal de Venecia, galardonado esta
mañana con el León de Oro a la mejor muestra nacional.
Es la segunda
ocasión en la que el Pabellón Español se hace con el oro: Campo Baeza comisarió
la muestra que lo logró en 2000. Y por una vez se trata de un trabajo en
equipo, un pabellón y una selección construidas con tanto rigor y talento como
humildad. 55 soluciones probadas frente al panorama desdibujado de la
arquitectura mundial, que ha sabido detectar el problema y, en general, ha
asumido el deber de afrontarlo aunque no acierte a solucionarlo de manera
suficientemente drástica.
Los comisarios españoles,
Carlos Quintáns e Iñaqui Carnicero, apostaron por exponer obras de más
de medio centenar de estudios nacionales que han afrontado la crisis económica, y la de la propia
arquitectura, alterando sus prioridades. Poniendo a prueba su conocimiento,
exigiéndole más a su talento, renunciando a grandes beneficios económicos y
mostrando preocupación social, los trabajos expuestos en Venecia han
reconvertido la profesión en un servicio para toda la sociedad y no solo para
una escueta fracción privilegiada.
Así, mientras
otros pabellones hacen un diagnóstico de lo que ocurre en tantos lugares del
mundo —la autoconstrucción, las ciudades de llegada para inmigrantes y
refugiados o las macrociudades temporales—, el recinto español indica la manera
de iniciar el tratamiento que dota de un nuevo sentido (social, además de
cultural y técnico) a la disciplina.
La suma de este
reconocimiento al recibido por el estudio paraguayo Gabinete de Arquitectura
—que como la ETH de Zúrich, o el propio Norman Foster en su proyecto para un
puerto de drones en Ruanda, reivindican el ahorro material y energético de las
antiguas bóvedas tabicadas— culmina esta decimoquinta Bienal, en la que el
primer comisario latinoamericano de la historia, el chileno y ganador
del Pritzker Alejandro Aravena, ha querido abrir la puerta de la arquitectura a los más
desfavorecidos.
La capacidad
para trabajar con obreros sin apenas formación y con la ambición de llevar una
arquitectura ingeniosa y monumental hasta comunidades donde esta era sinónimo
de autoconstrucción les ha valido a los paraguayos Solano Benítez, Gloria
Cabral y Solanito Benítez el León de Oro a la mejor intervención.
Entre las
menciones especiales, las escuelas prefabricadas de la selva peruana han sido
reconocidas por “llevar la arquitectura a una esquina remota del mundo
preservando la cultura amazónica” y el Pabellón Japonés por “llevar poesía a la
densidad y compacidad de las viviendas urbanas”.
El nigeriano
Kunlé Adeyemi, autor de escuelas flotantes, se ha hecho con el León de Plata
para el Pabellón Holandés al recurrir al legado con el que el desaparecido Aldo
van Eyck reconstruyó Holanda tras la Segunda Guerra Mundial: las zonas de juego
infantil.
El honor
máximo, el León de Oro que corona una trayectoria, ha valorado que a la obra
del brasileño Paulo Mendes da Rocha (1928) resulta difícil ponerle fecha. “Lo
más llamativo de su arquitectura es que queda física y estéticamente fuera del
tiempo”, ha apuntado el jurado, convencido de que esa actitud es una ideología
inconformista y sin embargo realista.
El matemático y
exalcalde de Medellín, Sergio Fajardo, y la editora brasileña Marisa Moreira
han formado parte del jurado de este año que, presidido por el decano del
Massachusetts Institute of Technology (MIT), Hashim Sarkis, contaba también con
la editora Karen Stein y el arquitecto Pippo Ciorra.
Al final, la
fotografía de la arquitectura transmite desde esta Bienal no solo la idea de
que urge reparar y humanizar, también la información de que el colectivo de
arquitectos latinoamericano tiene claves para hacerlo. De hecho,
ya ha comenzado.
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